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jueves, 24 de febrero de 2011

LIBERANDO EL PERDÓN - SALMO 103:4

SALMO 103:4

Él es quien perdona todas tus maldades, el que sana todas tus dolencias,

Una vez fui a visitar a una amiga que no veía ya hace mucho tiempo en la iglesia, cuando conversamos ella estaba muy triste, trate animarla diciéndole que Jesús la ama, y que no importaba lo que había hecho; pero ella solo tenía un sentir en su corazón y me lo expresaba de la siguiente manera: a mí, Dios, ya no me puede perdonar, siempre es lo mismo conmigo, siempre caigo en lo mismo. Esta condición no solo afectaba sus emociones, sino también su cuerpo físico y por ende su espíritu.

Amigo(a), la primera carta de Juan nos habla que solo es necesario confesar nuestro pecado para encontrar el perdón de nuestro señor. Jesús murió para perdón de nuestros pecados, y es casi un insulto decir que no existe perdón para alguien, no importando que delito haya cometido o cuantas veces lo haya hecho. La mayoría de veces no se trata de sí que Jesús puede o no puede perdonar, se trata de nuestra naturaleza y como nuestra mente idealiza a Jesús como uno mismo es.

La parábola de los deudores en mateo 18:23 (lea para entender), nos muestra que el señor está dispuesto siempre a perdonar, sin embargo nosotros muchas veces no estamos dispuestos a hacerlo. Y al no perdonar estamos expuestos a los *verdugos. Son los verdugos los que hacen que nuestra vida sea un padecimiento constante.

en su libro, none of these disease, el Dr. S.I. Mcmillen reporto que un espíritu perdonador nos puede salvar de, “colitis ulcerativa, bocio, presión alta, y muchas otras enfermedades” incluyendo ulceras, asma, artritis, dermatitis nerviosa y problemas del corazón – todos posibles efectos del resentimiento (no perdón).

En el caso de mi amiga, me di cuenta que era ella misma la que no podía perdonarse, encasillando a Jesús a su propio no perdón. Amigo(a), si Jesús ya le perdono y siendo el el que pago el precio de ese pecado, usted tómelo por fe, y perdone a los que tiene que perdonar, eso incluye aun a usted mismo.

Libere el poder del perdón sobre su vida, deshágase de los verdugos, haga como el salmista, declare que es el (Jesús) quien perdona todas tus maldades, y por ende, como producto de ser libres, sana nuestras dolencias.

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